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jueves, 6 de febrero de 2014

El Puig y lo que significa para mí

Queridos lector@s! 

Hace tiempo que no escribo, ni he empezado el año con grandes propósitos... Creo que he empezado viviendo el día a día. 

De hecho voy a empezar este año hablando en el blog de una experiencia que superé sin llegar a planteármelo y de cómo saqué fuerzas de donde creía que ya no había. 

Era un domingo cualquiera de Pascua del 2008, como es habitual por esas fechas quedamos con una pareja de amigos para ir de excursión. Decidimos ir al Puig, una montaña de Xàtiva que tiene una hermosa ermita en la cumbre. 




Sólo hay un camino para subir. Nos pusimos a buscarlo y no lo encontramos, hasta que a alguien se le ocurrió la genial idea de subir por cualquier sitio, por donde las cabras, como lo bauticé yo después.




Al principio todo iba bien, la pareja de amigos iba delante, y mi pareja y yo detrás con nuestra perrita Peke. 

El caso es que empezó a complicarse, de hecho cada vez veíamos más lejos a nuestros amigos, y la perrita iba y venía como si estuviese diciéndonos por dónde había que ir. 

Llegó un momento en que perdimos a nuestros amigos y sólo veía rocas para escalar. De repente se me hizo todo oscuro, a penas tenía fuerzas para seguir, lo que empezó siendo una montaña normal se complicó mucho. Poco a poco iba agarrándome, mi pareja me ayudaba y la Peke subía y bajaba incansable. 

Al final tuve que sentarme y descansar, al ver que no podía ni subir ni bajar, me eché a llorar. Mi pareja me consolaba, creyendo en mí, animándome. Pero yo me veía siendo rescatada por un helicóptero y apareciendo en las noticias del días siguiente. 



Ya que no podía ir hacia atrás decidí ir hacia delante, no me preguntéis cómo pero llegué. Sin ser ni siquiera escaladora aficionada subí la montaña y llegué a la cima. Al llegar me temblaban hasta las piernas, me dolía al respirar, pero cuando vi dónde había sido capaz de llegar, fue una de mis satisfacciones más grandes vividas hasta entonces. Una vez arriba me dediqué a disfrutar del triunfo, de las vistas y de un pequeño bocadillo que sabía a gloria bendita. 
Al bajar bajamos por el camino oficial y como nueva anécdota de humor, bajé tan deprisa que me resbalé y me caí, volviéndome a levantar porque aquello no era nada para lo que había vivido aquel día.

De hecho, cuando algo no me sale como quiero o incluso me siento estancada en algún momento de mi vida, recuerdo aquella montaña, El Puig. Era cuestión de seguir adelante. 
Ese día aprendí muchas cosas, sobre la motivación, el poder que tengo dentro de mí, sobre mi pareja y sobre la amistad

Saludos a mis querid@s lector@s!




2 comentarios:

três dijo...

Jo, menudo susto! Pero desde luego, le has sacado mucho partido a la experiencia. ¡Olé por esa reflexión!
Bss!

sociosanitario dijo...

Eso mismo me pasó a mi en la sierra de Bérnia, lo pasé fatal esa pascua del 2010 en esa montaña pero aprendí tanto..